Tengo que decir las cosas: la
comida basura me gusta que te cagas. De toda la vida. Ha sido una parte
importante de mi alimentación durante lustros, y en cierto modo estoy
sorprendido de seguir con vida y con el colesterol por los suelos.
Las hamburguesas son una de esas
cosas que se hacen rápido y están ricas. Para gente como yo que vive a su amor
y por consiguiente no tiene ganas de hacerse cada día platos estupendos
(cocinar para uno es un aburrimiento, sigamos hablando claro) es la cuenta. Yo
comía muchas, aunque en los últimos tiempos evitaba pensar en los componentes
de esa masa en forma de hostia gorda, y no veo ningún motivo para dejar de
hacerlo.
Una advertencia. Aunque no sé si
es consecuencia de mi personalidad adictiva o de las propiedades alquímicas de
la combinación, estas hamburguesas enganchan. Lo digo en serio.
Vamos a verlo.
Nos hace falta:
Copos de avena. Los del Dia, los
del Mercarroba, los del Lidl o los que haya. Todos valen.
Soja texturizada fina. Si no hay,
no pasa nada. Avena na más.
Pan rallao. Un poquito, pa darle
consistencia al tema. Un poco de harina también vale. Y si se te olvida,
tendrás que darte más maña pero no pasa nada.
Verduras, las que cada cual
quiera. Me gustan con zanahoria, cebolla, pimiento colorao, ajo. Pero lo que
cada cual estime según gustos, lo que haya en la nevera y lo que se apetezca.
Todo picao finito.
Especias, hierbas y sabores: a mí
me van con comino, pimienta, un chorrillo de salsa de soja de la más negra que
exista y ya. Pero cada cual le puede echar lo que se le antoje, sólo faltaba.
(Hay quien piensa que la cocina es orden y disciplina, el seguimiento
inflexible de una receta preestablecida, pero eso es falso. La cocina es caos y
libertad absoluta, el aparente desorden que sorprendentemente lleva a
resultados ricos, teniendo el regusto en la boca de haber hecho lo que te ha
dado la gana). Pues eso: tabasco, orégano, jengibre, tomillo, romero o lo que
te pete. SAL. Por supuesto sal.
Esto es lo que necesitamos, con
las variaciones que cada cual considere. Ahora vamos a hacerlas.
Mezclamos avena, soja, pan
rallao, verduras y especias. ¿Proporciones? Pues mitad y mitad de avena/soja, o
más avena que soja. Pero tú prueba, a ver qué pasa.
la mezcla
Ahora echa agua templadita y vete
amasando. Poco a poco. La consistencia es la que te permita hacer bolas sin que
se te pegue mucho a las manos y sin que se desparramen los trocitos de avena.
Si puedes hacer una bola, aplastarla y que no se resquebraje ni se caigan
cachos, ya lo tienes. Esa bola aplastada es
la hamburguesa.
Si te gusta la perfección, que
quede redondita y muy aplastada, usa un molde redondo, film transparente y
aplasta con cuidado. Si como en mi caso te da absolutamente lo mismo, haz una
pelota, aplasta con las manos y ya está.
Ahora puedes empanarlas o no. Si
las empanas quedará crujientita por fuera. Con la humedad de la hamburguesa
suele ser suficiente para que se pegue el pan rallao.
Ahora, a la sartén, con un dedo
de aceite, a fuego medio. Lo suyo es que el aceite llegue hasta la mitad de la
hamburguesa, porque como hay que darle la vuelta con esta cantidad se freirá
bien por todas partes. Pues ya está: unos minutos por cada lado y al plato.
en el plato está
Y ahora, amiguitxs, ya que la
tenéis os la coméis como más os guste. A mí me va con pan de hamburguesa,
lechuga, tomate, cebolla caramelizada, pepinillos, mostaza fuerte y kétchup (o
sopa de gato, cat soup, como dice mi madre).
Que aproveche. ¡Salud, la
compañía!
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